miércoles, 16 de marzo de 2011

Visita al psicólogo: el proceso de evaluación (y 3)


Retomamos los artículos de psicología con la tercera y última parte del proceso de evaluación o, para ser más exactos, de esta parte de exposición sobre la actuación del psicólogo. Como explicaré más tarde el proceso de evaluación no acaba en ningún momento, teniendo que trabajar continuamente sobre los registros del paciente y su progreso en la terapia.

Para no alargarlo y enredarnos en las múltiples ramas que salen al escribir cerraré con este artículo para dar paso a pequeñas entradas con características particulares y datos específicos, demasiado largos para introducirlos aquí pero suficientemente interesantes e importantes como para hablar de ellos.

Pero centrémonos: actualmente Luisa se encuentra en su tercera sesión, después de realizar la primera entrevista, cumplir sus tareas para casa en forma de autorregistro y comentar al psicólogo los posibles percances sufridos, junto a comentarios adicionales que quiera añadir.

Cerrando el embudo

Normalmente la línea base, que como recordaremos es la especificación clara de la conducta del paciente previo a la consulta del psicólogo, suele poder establecerse con los autorregistros mandados entre sesiones. Luisa en su hojita nos habrá marcado los momentos diarios donde ha querido salir de casa, los que no ha conseguido culminar, sus pensamientos, sus alternativas de conducta ante esos bloqueos y cualquier otra cosa que le hayamos pedido registrar. Aunque estamos usando de ejemplo un caso de agorafobia estereotipado debemos mantener la premisa principal de la terapia psicológica: los tratamientos son individuales, lo que incluye el proceso de evaluación. La preciosa hoja de word que le dimos a Mario, un agorafóbico que tuvimos hace 4 meses, puede no ser más útil que el posavasos para nuestra taza de café de querer utilizarlo con Luisa, aunque ambos presenten agorafobia. Es otro error común entre algunos psicólogos, automatizar el trabajo dependiendo de los síntomas. Y ya sabemos lo peligroso que puede ser esto.

Dicho esto es ahora cuando el psicólogo debe decidir si quiere trabajar de verdad o ahorrarse líos y tiempo para entrar al tratamiento directamente. Trabajar de verdad se traduce en realizar el proceso de triangulación. Esto significa que nuestras hipótesis iniciales deben seguir trabajándose con más información aparte de la obtenida en las entrevistas y los autorregistros. Triangular es utilizar distintos instrumentos de evaluación para mantener una información fidenigna y evitar errores individuales de cada herramienta. Puede que en la entrevista se nos pasase tocar temas importantes; puede que el autorregistro de Luisa esté algo distorsionado, aunque en la agorafobia no haya nada habitualmente que ocultar pedirle a un voyeur que registre todos los momentos en los que se excita con zapatos de mujer quizás le produzca algo de vergüenza, alterando el registro para no parecer tan, en fin, tan voyeur. Incluso podemos encontrarnos con variables que no nos hemos esperado, desde que esa semana Luisa haya discutido más de lo normal con su familia a que en la entrevista íbamos pillados de tiempo. Todo esto alterará los datos de una manera u otra.

Para evitarlo, y partiendo de nuestros enunciados verificables comentados en la anterior entrada, elegiremos qué más vamos a utilizar con el cliente. Tenemos un abanico enorme para medir prácticamente todo, aunque al igual que en el supermercado no siempre dispondremos de las mejores marcas, teniendo que tirar algunas veces de las marcas blancas o directamente de lo que quede, y punto. Los famosos test, esos que parece que te dan nada más matricularte en psicología, son por supuesto una forma de evaluación pero para nada es la principal. De hecho muchos psicólogos no los utilizan por diversos motivos, algunos tan sólidos como tener una dudosa validez de cara a nuestra población (Un test hecho a partir de la clase media estadounidense hay que mirarlo, cuanto menos, con recelo para aplicarlo sin pudor aquí) o mucho más pragmáticos valer un dineral y no disponer de ellos. Incluso aquí nos encontramos problemas tan comunes como éste, y es que os sorprenderíais de las salvajadas que llegan a pedir por comprar los test originales. Si encima ya van con piececitas como algunos test infantiles apaga y vámonos, que nos van a embargar el piso por no poder pagar el dichoso manual.

Con todo vamos a asumir que disponemos de libertad para aplicar lo que se nos ocurra. Hagamos lo que hagamos el proceso de evaluación será largo, durando habitualmente entre 3 semanas y un mes. Hay gente que se sorprende de esto; ir al psicólogo y no empezar realmente con el tratamiento durante tanto tiempo no se encaja bien ya que a fin de cuentas lo que queremos es ''curarnos,'', ¿no? Afortunadamente el realizar una buena evaluación maximiza la calidad del tratamiento por lo que merece la pena pararse tanto en esta parte. No significa que necesariamente tenga que durar ese tiempo específico, hay muchos factores como el número de sesiones semanales, el tipo de caso, la motivación del paciente o cualquier factor extraterapéutico que modulan este proceso. Lo importante es que tanto paciente como terapeuta sepan con lo que van a trabajar y eso requiere un esfuerzo mutuo.

Con el proceso terminado: el informe psicológico

Esta parte es sin duda una de las más escabrosas para mí por las irregularidades que se realizan. Normalmente muchos psicólogos después de que charles con ellos un par de veces y, quizás, le rellenes algún panfleto con preguntas tipo test ya te dicen directamente lo que ''tienes'' con un par de frases, para entrar directamente a capear el temporal de tu problema. Esto es sin duda un error tremendo, que da pie a numerosos problemas en el futuro y una insatisfacción y poca profesionalidad cara al paciente que tira para atrás.

El proceso de evaluación requiere que realices un informe psicológico previo al tratamiento. Esto es así, guste o no, aunque se lo salten siempre. Antes de iniciar ningún tipo de terapia hay que informar adecuadamente al cliente de todo el proceso de evaluación: las herramientas utilizadas, los resultados obtenidos, los objetivos de la visita al psicólogo, conclusiones derivadas... todo. Con datos personales, fechas y nombres específicos de los instrumentos. Hacer hincapié en algún apartado ya depende del tipo de informe que vayamos a realizar (puede ser más técnico al querer entregarse a un juzgado, centrado en el problema, centrado en los resultados obtenidos...) pero siempre incluirá lo hecho de forma clara, entendible tanto para el cliente como para futuros psicólogos como replicable de hacer falta.

Puede ser oral o escrito, aunque se recomienda que se aúnen ambas opciones utilizando la modalidad oral para abordar los puntos principales del informe escrito, dejando en papel los datos más específicos junto a lo ya expuesto. No solo será útil para el cliente, para el psicólogo, para futuros terapeutas que quieran saber qué se hizo anteriormente (¿habéis conocido a gente que ha ido al psicólogo y os ha explicado lo que hizo? Es frustrante cómo apenas pueden decirte dos o tres frases que les dijeron y recuerde en ese momento) o para personas externas que requieran esa información, también da una sensación de profesionalidad, esa que sientes cuando estás ante un trabajo bien hecho.

Entregar este informe da paso automáticamente al siguiente punto de la visita al psicólogo: explicar el tratamiento que hemos decidido para su caso para que decida si quiere continuar. No es tan raro como pueda parecer el recibir un informe y que se reniegue del tratamiento, yéndose a otro sitio. Por otra parte dependeremos también de nuestras peticiones; el proceso de evaluación puede ser un fin en sí mismo, terminando nuestra relación con el psicólogo en este momento.

Empezando el tratamiento, continuando la evaluación

No voy a saciar la curiosidad sobre qué se podría hacer con Luisa, lo siento :P. Después de un mes hipotético de evaluación, y con su aceptación de lo expuesto en el informe y nuestra propuesta de intervención, empezará el tratamiento propiamente dicho. Ya lo que dure es relativo y da para otra entrada por los clichés continuos sobre ello.

¿Y lo de continuar la evaluación? No es frase baladí, el proceso de evaluación se mantiene durante todo el tratamiento y al acabar éste. Continuamente revisaremos el efecto de las técnicas que estemos aplicando, analizaremos los cambios en la vida del cliente, ajustaremos nuestro trabajo respecto a los resultados de la evaluación continua. Muchas veces daremos unos pasos atrás al avanzar en la terapia por descubrir una línea en la patología del paciente (así que Luisa no nos dijo que salir con su marido a cenar también le cuesta porque hace tiempo que planea divorciarse de él por su mala relación matrimonial...) la cual, desde luego, habrá que evaluar.

No solo eso, cuando acabemos el tratamiento seguiremos evaluando. En los niños es especialmente importante ya que los procesos evolutivos están en vigor y los cambios pueden ser determinantes para el desarrollo de su cuadro clínico, aunque esté ya tratado. En los adultos puede limitarse a una entrevista a los 3 meses de terminar el tratamiento, a los 6 meses y al año, dependerá de cómo veamos su avance. Hay psicólogos que se limitan a realizar una llamada telefónica breve. La gran mayoría directamente se olvida del caso, archivándolo, y eso si alguna vez hubo material en papel o informático para la carpeta ''casos pasados''.

En conclusión

Lo que he expuesto en esta serie de artículos no hay que tomarlo como el santo grial de la evaluación psicológica. Apenas son unas pinceladas del proceso general, el de libro, el recomendado en un mundo ideal de psicólogos profesionales con tiempo, recursos y pacientes modelo. Sí es una buena guía base de la que partir, y realmente alejarse de ella no debería ser tan fácil como muestran con su trabajo numerosos psicólogos diariamente.

Espero que no se hayan hecho muy largos, intentaré ir más al detalle para acortarlas un poco. ¡Nos vemos!

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