martes, 15 de febrero de 2011

Visita al psicólogo: el proceso de evaluación (2)


En la entrada anterior nos quedamos al finalizar la primera entrevista, en la cual ambos participantes, psicólogo y cliente, tenían trabajo que realizar a partir de lo ocurrido en dicha entrevista. El papel de la persona que acude al psicólogo es muy diferente al que habitualmente acude a un médico normal, donde el propio término paciente deja clara su actuación en el proceso: vamos al médico, realiza su trabajo y nosotros esperamos pacientemente hasta que nos recuperamos del todo.

El trabajo en psicología requiere necesariamente la participación activa de las personas que deciden ir a consulta, por muy desesperadas, hundidas o desmotivadas que se encuentren para hacer cualquier cosa que requiera mayor movimiento que fruncir un poco los labios. Sin el trabajo del paciente (término que utilizo para no repetir cliente demasiadas veces) no se puede llegar a nada, y esto es independiente del tipo de orientación que tenga el psicólogo, de la historia clínica del paciente y de la situación específica de consulta.

Esto no significa que el psicólogo no vaya a trabajar. Sí, tiene mucho que hacer, y una pequeña parte ya la realizó en la entrevista. Lo más normal es realizar una sesión por semana así que podemos preguntarnos, ¿qué hace el psicólogo durante esa semana? ¿Nos vigila a escondidas vestido con gafas de sol y gabardina? ¿Reflexiona profundamente en un Starbucks? ¿Cuenta los billetes que le hemos dado en la anterior sesión?

El psicólogo durante la semana

Cuando el cliente sale de la consulta lo habitual es recolocar inmediatamente la información que hemos obtenido de él. Lo que buscamos es esbozar una historia clínica del sujeto, única y particular de él, que sea lo más informativa posible sin contener información redundante ni inútil para la terapia.

En la entrevista hemos tomado sus datos personales, recogido el motivo de su consulta, hilvanado un poco lo que rodea al caso y esbozadas unas pocas hipótesis sobre lo que tenemos en frente, ya sea en papel con unas notas mínimas o mentalmente. Estas ''notas mentales'' son muy peligrosas si se usan indiscriminadamente, ya que existe un curioso sesgo llamado por la psicología social como tendencias confirmatorias, el cual postula que cuando tenemos una idea buscamos información que la confirme. En el caso de Luisa podemos pensar que es agorafóbica desde el principio, lo cual nos llevará sutilmente a realizar actos como preguntas confirmatorias (''¿Entonces tiene miedo de salir de casa?''), apuntar solo los datos que nos interesan y dirigir el resto del proceso de evaluación hacia esa dirección (pasarle test de ansiedad exclusivamente, pedirle que registre solo los momentos que le cuesta salir de casa...). ¿Podemos acertar? Sí, y de hecho habitualmente lo haremos, pero habrá casos donde ni el propio cliente sepa definir bien su situación, y si nos acostumbramos a tirar por lo fácil acabaremos dando un servicio muy poco profesional.

El caso es que tenemos un poco de información y algunas ideas. ¿Ahora qué? Lo habitual cuando hay material, tiempo y ganas de trabajar es crear una serie de enunciados verificables y elegir los instrumentos para medirlos. Esto se traduce en que ese ''miedo a salir de casa'' puede ser debido a una ansiedad generalizada que trae el paciente de base, a una relación pésima con su familia que hace que busque cualquier excusa para no salir, a una depresión atípica donde en vez de tristeza hay una pérdida de interes absoluta por todo... muchas, muchas causas posibles las cuales iremos comprobando. Esto puede hacernos el proceso eterno así que, a partir de la información obtenida en la entrevista y de nuestros conocimientos como psicólogos, elegiremos qué comprobaremos para ir completando nuestro esquema personal. Con Luisa por ejemplo podríamos comprobar su grado de ansiedad general, sus intereses personales en actividades de ocio y su red social para ver si el problema es que realmente no sale de casa porque su ambiente no le da motivos para ello. Cada caso nos dará una serie de enunciados y los comprobaremos con diversos instrumentos, ya sean test, observaciones, pruebas objetivas como los electroencefalogramas...

Pero recordemos que acabamos de hacer la primera entrevista, y necesitamos algo fundamental por parte del cliente: establecer una línea base que nos permita realizar un análisis funcional. La línea base del problema es especificar claramente qué ocurre: no es lo mismo ''no salgo apenas de casa'' que la semana siguiente nos traiga detalladamente los días que ha salido de casa, los que no, los pensamientos que le surgían y las situaciones que afrontaba. La información es vital y cuanto más específica sea mejor que mejor, y la conseguiremos a través de un autorregistro personalizado para el cliente, que deberá rellenar a lo largo de esa semana. Por su parte el análisis funcional es una herramienta fundamental donde básicamente estableceremos lo que mantiene la conducta de Luisa de no salir de casa a través de relaciones funcionales, donde determinados estímulos (ya sea del ambiente o de la propia persona) darán determinados comportamientos con sus correspondientes consecuencias. Esta parte es algo más complicada y la explicaré en una futura entrada pero ahora nos interesa quedarnos con lo básico: buscamos entender perfectamente el problema.

Así que en resumidas cuentas el psicólogo durante la semana limará la información que obtuvo, decidirá qué procesos de evaluación aplicará (los cuales no siempre son accesibles, por cierto) y esperará a que el paciente le traiga más información en la segunda sesión, la cual será mucho más específica y manejable, pudiendo continuar con el proceso.

El cliente durante la semana

Bien, nos encontramos sentados en la silla delante de la mesa enorme de caoba y el psicólogo nos despide afectuosamente. Tenemos ante nosotros una hoja donde nos explica cómo rellenar un autorregistro, el cual básicamente se dividirá en 7 días de la semana, con franjas horarias y una serie de elementos a medir relacionados con nuestro problema. En el caso de Luisa podría ser anotar los momentos en los que tiene ganas de salir pero no puede, la situación, si estaba acompañada y qué pensamientos le surgieron. Podría ser así o no, esto es muy particular dependiendo de lo que nos digan en la entrevista. Estos autorregistros prácticamente siempre son a base de papel y lápiz, donde buscaremos la comodidad del paciente para que no se vea afectada la calidad del registro.

Esta comodidad incluye el que pueda realizar el registro sin problemas externos y sin que afecte a su ritmo de vida. Luisa no trabajaba pero si por ejemplo cambiásemos esa variable poniendo que es cajera de supermercado debemos tenerlo en cuenta. Imaginemos que le da un ataque de ansiedad mientras está pasando la interminable compra de una anciana, ¿detiene el trabajo y saca su folio y lápiz para apuntarlo? Es inviable. Por otra parte, ¿pospone el hecho de apuntar lo ocurrido hasta acabar la jornada laboral? Si es un trabajo de 8 horas y le da en la primera hora probablemente distorsione la información al acabar, completando sus recuerdos con lo que ella cree que pasó. Esto lo hablaremos en el momento de diseñar el registro, para intentar solventar los problemas entre ambos.

Algunas veces el psicólogo nos mandará otras cosas. Puede que tengamos que leer algún libro, realizar una serie de ejercicios de respiración ya ensayados o controlar nuestra conducta perjudicial, como es el caso de ludópatas y exhibicionistas, por decir los 2 que me vienen primero a la mente. Aquí podemos plantearnos que el paciente nos engañe pero realmente esto no pasa, y por un motivo muy particular: estás pagando un dinero, y no es poco habitualmente. Aunque hay quejas del precio del psicólogo tiene una función vital, motivar al paciente para que cumpla las tareas. Porque si llega la siguiente semana y te presentas sin el material no es un ''no pasa nada, para la siguiente semana lo haces''. Se habla, se ve el motivo y se le vuelven a mandar habitualmente las mismas tareas, lo cual se resuelve en 5 minutos. Y se paga, sí, esos 5 minutos valen como la hora de la semana anterior. Tanto éticamente por respeto al trabajo del psicólogo como de mantener la seriedad de la terapia debe pagarse aunque no hayas cumplicado la tarea. Ya verás cómo la siguiente semana tienes todo a rajatabla. Y si te niegas, gracias por su tiempo, estoy seguro de que encontrará otro profesional que pueda ayudarle, adiós!

Por último un apunte interesante para los paranoicos y neuróticos aficionados al blog: por ley puedes pedirle fotocopia al psicólogo de todos los apuntes y papeles que utilice en terapia contigo. Esas notas con nuestros datos, hipótesis y garabatos de Doraemon pueden ser nuestras, y no se puede negar a dárnoslas. ¿Útil? Lo dudo, ya que personalmente escribo lo justo y necesario para mantener el contacto visual, encontrándonos con palabras sueltas que tampoco nos van a decir mucho. ¿Enfermizo? Sin duda alguna. Yo jamás he visto pedirlas y dudo que lo vaya a ver pero quién sabe...

Segunda sesión

Ha pasado la semana. El psicólogo tiene ya un esqueleto del caso, con varias ideas y técnicas de evaluación pensadas, a la espera de la información nueva por parte del paciente. Por su parte este nos ha traído el autorregistro, y nos comentará a viva voz las buenas nuevas y las posibles inquietudes surgidas.

¿Cómo se desarrollará? ¿Qué debemos tener en cuenta? ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Próxima entrada...

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