jueves, 13 de enero de 2011

Procastinación, o el arte de dejar todo para última hora (2)


Continuamos hablando de nuestra gran afición de dejar todo para el último momento. En este punto ya sabemos con certeza que somos procastinadores; sí, antes también lo sabíamos, pero ahora tenemos una palabra que resume todas las frases y que nos puede servir de excusa cuando nuestra madre nos pille otra vez jugando a la dichosa maquinita (no mamá, no soy vago, soy procastinador). Queremos resolverlo, por nosotros, por nuestro futuro, porque ya nos da vergüenza ajena o porque estamos cansados de no hacer nada, por paradójico que suene. ¿Qué podemos hacer?

Primero de todo hacer un pequeño ejercicio de reflexión personal. Asumiendo que no estudiamos porque nos da pereza y no por cualquier otro motivo extraño (somos disléxicos, una voz nos dice que no estudiemos o me gusta más mi instituto nocturno para jóvenes vampiros y licántropos imaginario) nos queda comprobar si realmente tenemos la capacidad o no. Esto dependerá mucho de la tarea que nos manden pero no sirve de nada tener que hacer esos ejercicios de matemáticas de 1º de bachillerato que esquivamos incesantemente cuando no sabemos ni hacer una regla de tres. Perder el tiempo sentado en una silla clavando codos es tan malo como no hacer nada directamente.

Asumimos pues que tenemos la base ya establecida. ¿Somos realmente capaces? De nuevo la reflexión nos llama. Es cierto que hay gente que estudiando media hora mientras ve la tele y se prepada un sandwich saca un 10 pero no es lo habitual, y probablemente nosotros necesitemos a) más tiempo, b) concentrarnos en nuestra tarea. No hay que llevarse las manos a la cabeza ni etiquetarnos de tontos: hay gente con mayor capacidad que nosotros, no pasa nada, es normal. Si fulanito tal de nuestra clase es de los del primer ejemplo lo mejor que podemos hacer es ignorarle y concentrarnos en nosotros mismos. Lo que los demás hagan no nos afecta para nada. En este punto de paso aceptamos que no tenemos un leve deterioro cognitivo, es decir, no somos tontos del culo.

Con estas 2 premisas (base de conocimientos y capacidad intelectual normal) ya podemos plantearnos el trabajo específico para curarnos. Para poder explicarlo con comodidad voy a usar como ejemplo genérico el estudiar en el instituto, ya sea la E.S.O., bachillerato o un ciclo formativo. La universidad tiene intríngulis un poco especiales (paso de hacer esa práctica que sé que no se va a leer siquiera) y en el mundo laboral cada trabajo es un mundo. Así que adelante con el establecimiento de objetivos, la planificación de actividades y la organización del tiempo.

Establecimiento de objetivos

No podemos actuar seriamente si no tenemos claro lo que queremos. Podemos decir ''quiero aprobar el curso'', bien, es normal, pero esto es un objetivo a largo plazo, el objetivo final. Debemos diferenciar entre objetivos a largo plazo y objetivos intermediarios para alcanzar esos objetivos iniciales.

Nuestro aprobar el curso se descompone primeramente en aprobar los exámenes: si no aprobamos los exámenes no aprobaremos el curso. Para aprobar esos exámenes a su vez tendremos que estudiar, si no lo hacemos suspenderemos, y si suspendemos no aprobamos el curso. Y para poder estudiar necesito tiempo, si no tengo tiempo no podré estudiar, si no puedo estudiar...en fin, la cadena de consecuencias es obvia y fácil de seguir. Todos esos objetivos son intermedios, pequeñas metas que debemos cumplir sí o sí para alcanzar la meta final, la casilla ganadora, el summun del estudiante. Debemos empezar por el primer eslabón de la cadena, en nuestro caso estudiar. Es importante no excedernos en el número de elementos intermedios ni quedarnos cortos: estudiar el libro de texto de literatura está bien, estudiarte el índice del libro solamente va a ser insuficiente, leerte todos los libros del siglo de oro es una locura. La lógica aquí es la madre de la ciencia.

¿Cómo lo hacemos? Bien, hay 4 índices que se deben cumplir para que un objetivo sea válido: que sea claro, operativo, flexible y estimulante. Si nuestras metas cumplen estas premisas iremos por buen camino. No hace falta tenerlas escritas ni repetirlas como un mantra diariamente, de hecho en la mayoría de las ocasiones las utilizamos de forma inconsciente o sin elaborar específicamente. Pero también las ignoramos y nos las saltamos cuando procastinamos, volviendo al problema base: tengo que estudiar, a secas, sin más.

Un objetivo claro es el que está bien definido. ''Tengo que estudiar'' no es del todo claro. Sí, tienes que estudiar pero ¿el qué? ¿Por qué? ¿Te va a ser útil? En nuestro ejemplo un objetivo claro es ''tengo que estudiar para el examen de literatura de la próxima semana''. Eso es lo que haremos este tiempo, ese es nuestro objetivo y lo que tenemos que tener en mente.

El objetivo operativo es el que nos indica los pasos a realizar. Podemos hacer los ejercicios del libro de literatura para estar activos en la materia, estudiar el libro, coger esos apuntes tan buenos del empollón de clase o mirar en la wikipedia. Sabemos ya nuestro objetivo, ahora sepamos cómo alcanzarlo.

La flexibilidad es el más ignorado en muchas ocasiones. Un objetivo no incluye implícitamente arruinarnos la existencia. No sirve de nada que para el examen de la semana siguiente digamos ''voy a estudiar 15 horas, dejándome 2 para las comidas y 7 para dormir''. Es ridículo a la par que inviable. Tenemos que tener tiempo para nosotros, nuestros hobbys, nuestra vida. El objetivo flexible es el que nos da cobertura para actuar, lo cual a su vez será beneficioso para conseguir lo que queremos. Lo mismito estudiar después de llevar 6 horas seguidas que al haberle dado por la mañana, comer, una siestecita, algo de msn y ponerse de nuevo.

Por último tenemos la estimulación. Oh, sí, yo quiero aprobar porque quiero estudiar tal carrera; porque quiero tener un buen curro; porque quiero que mis padres me regalen el carnet de conducir. Da igual nuestra motivación, alguna tiene que haber. Incluso la de no sentirse un parásito social es buena. Automatizar nuestra mente con ''es lo que me toca hacer en esta etapa de la vida'' nos mete en la espiral de vagancia, mis procastinadores.

Todo es bastante obvio, ¿verdad? Sí y no. Si nos lo cuentan diremos ''claro, eso ya lo sabía'', pero si nos ponemos a mirar en nosotros mismos a ver si cumplimos esto...ay, ahí podemos caer. A las malas (¿o a las buenas?) si ya lo tenemos todo controlado también podemos hacer un pequeño ejercicio de repaso y ver si nuestros objetivos han cambiado. A lo mejor aprobar ya no es suficiente, quizás queramos tener notaza para esa carrera tan interesante de la que nos hablaron el otro día.

Planificación de actividades

Bien, ya sabemos lo que queremos, y lo sabemos realmente bien. ¿Y ahora? Sigo jugando a la play, leyendo foros y tocándome las narices hora sí y hora también mientras se pudren los libros.

Este es el momento en el que aprovechamos la flexibilidad de nuestros objetivos y la juntamos al resto de actividades. Ok, para el examen de literatura de la próxima semana voy a hacer los ejercicios del libro y estudiar el libro de texto. Eso aproximadamente me ocupará 1 hora y media al día. A su vez estoy jugando a ese nuevo juego de la play que tanto esperaba, no puedo perderme el capítulo de la 17º temporada de Lost y debo comprobar rutinariamente que las manchas en el techo mientras estoy tumbado en babia siguen en su sitio.

Aquí aclararemos qué actividades son obligatorias y cuáles no, cuáles son placenteras y sus contrarias, cuáles son inaplazables y cuáles podemos dejar para otro día. Estudiar es obligatorio, por supuestísimo, mientras el resto son...menos obligatorias, por decirlo de alguna manera. El placer de estudiar es una quimera que muy pocos han adoptado; si tú eres de ellos felicidades, si no asumamos ya que no es precisamente divertido y que el resto de actividades sí lo son, y más en comparación con la primera. Por último el examen lo tenemos la siguiente semana, habrá que apretar el culo, y no para subir de nivel precisamente en el videojuego.

Este apartado se solapa mucho con el siguiente, organización del tiempo, ya que inevitablemente el día tiene solo 24 horas, donde unas 7-8 (aunque aquí leyendo este blog haya alguien que duerma 5-6 y otro que puede estar 12 sin problema ¬¬) las pasaremos en la cama y nuestra capacidad en las restantes horas fluctúe peligrosamente.

Organización del tiempo

La más utilizada por padres y orientadores de pacotilla en los institutos. Es obvio que debemos planificarnos pero, ¿lo hacemos bien incluso cuando estudiamos? Nuestra planificación debe cumplir 3 condiciones: ser realista, proporcionada y bien distribuida.

Ser realista no es tan transparente como parece. Decir que estudiaremos esas 15 horas no tiene ningún sentido pero también debemos ver la otra cara: estudiar mucho también puede ser contraproducente. Si hacemos los ejercicios del libro dedicándole media hora al día iremos bien; si además los repetimos para automatizarlos pues...bien...nos servirá pero la curva de aprendizaje tiende a una asíntota infinita donde ya el beneficio será casi nulo llegados a cierto nivel. Estudiar una hora está bien pero si con media hora ya cumplimos nuestro objetivo (que, recordemos, a esta altura estará perfectamente definido para poder manejarlo con soltura ahora) no merece la pena sobrecargarse.

Una organización del tiempo proporcionada es la que cumple todas las actividades que realmente debamos y queramos cumplir. Debemos estudiar, eso por descontado pero si nos apetece mucho jugar al videojuego ¡adelante! Ya tendremos nuestras actividades definidas y colocadas por orden de importancia y sabremos hasta cuál podremos hacer. Aquí se incluyen también los pequeños inconvenientes diarios que nos surgen: tenemos que ir a buscar al colegio a nuestro hermano pequeño, es el cumpleaños de mi mejor amiga... Habrá que ajustar nuestro tiempo para que esté proporcionado, quizás no alcance al quinto nivel de la torre teniendo que quedarme en el cuarto...

Por último el concepto de bien distribuida. Ya tenemos nuestro plan al dedillo y aplicándolo. ¿Nos está yendo bien? ¿Notamos mucho cansancio? ¿Empezamos a estar realmente estresados? Algo falla si contestamos que sí a las 2 últimas preguntas. Cunde mucho más una hora buena de estudio que 5 apalancados mirando a las musarañas encima del libro. Aquí no puedo evitar comentar mi experiencia personal. Yo no soy de dormir bien y esto me repercute en el estudio. Los días duros (como hoy, fíjate xD) no cumplo las horas, teniendo que ajustar los horarios para alcanzar los criterios. Podría estar con los codos clavados pero sería engañarme a mí mismo. Distribuyamos bien el tiempo acorde a nuestro ciclo vital.

Últimos apuntes

Qué coñazo hacer todo lo expuesto, ¿no? Sí y no. En psicología clínica los problemas escolares en cuestión de rendimiento son el tipo de dificultades por las que más acuden los padres al psicólogo para que tratemos al infante. Pueden parecernos todas muy obvias e innecesarias pero hay gente que no las tiene automatizadas, no le salen solas, y quizás ese sea nuestro problema por muy ''normales'' que seamos a nuestros ojos.

Por otra parte no quita que lo fundamental es tener ese concepto algo abstracto llamado fuerza de voluntad. No voy a extenderme en este punto pero, al igual que la memoria o la capacidad numérica, podemos entrenar a nuestra fuerza de voluntad. El hábito hace al monje, por usar un dicho popular, y si nos cuesta estudiar 2 horas, después de 3 semanas haciéndolo, os aseguro que 3 horas entran fáciles. Sin miedos, sin ''yo no puedo, de verdad'' o ''no tengo la capacidad suficiente''. Todos podemos. Pero es que es más fácil se procastinador, claro. :P

Espero que os haya gustado, me ha quedado demasiado largo quizás. Y si lo ponéis en práctica, por mínimo que sea el apunte que os haya llamado la atención, eso que os lleváis y que me llevo.

¡Nos vemos!

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