lunes, 28 de febrero de 2011

De camino a la Oficina (Relato)


(Este es un relato introductorio para una partida de rol que voy a dirigir ambientada en Vampiro: Mundo de Tinieblas. Sí, el blog es de magic y de psicología, lo sé. Palabra que intentaré reconducir el blog poco a poco. Mañana empezaré de nuevo con la parte de clínica así que volveremos a los artículos de psicología en breves)

El tráfico era bastante tranquilo por el centro de la ciudad a pesar de ser jueves. Un coche patrulla circula con calma por la carretera, con la sirena apagada, aparentando una vuelta rutinaria normal. El ambiente es más relajado que nunca, algo que gusta a la policía, al pueblo y a sus gobernantes. El plural en gobernantes no es un ejercicio de educación para no excluir a todo político diferente al Alcalde directo; hay otro gobernante, más oculto, mucho más anónimo pero con una presencia que abarca toda la red urbana.

Zimerman llegó a la ciudad aproximadamente hace 2 años y medio. No se puede decir con exactitud el momento de su proclamación como príncipe de Alcalá de Henares porque nadie está seguro de lo que ocurrió. Lo principal o, siendo más cautelosos, lo importante, es que el anterior príncipe y su cohorte fueron derrotados, vapuleados por una fuerza externa la cual supo manejar los hilos adecuados. El príncipe Jared no había sabido controlar la ciudad en los últimos tiempos, algo que no pasó desapercibido para nadie, y menos para alguien con medios y motivación de poder.

Los cambios fueron continuos, sin prisa pero sin una parsimonia innecesaria. El agente Pedro García lo notaba en sus patrullas nocturnas: ausencia de peleas callejeras, un tráfico de drogas bajo mínimos y una prostitución que no se aglutinaba en los portales familiares. Zimerman adormeció sin problemas la ciudad a base de trabajo constante, discreto y sin error. Todo era muy diferente con él.

Pedro trabajó para el anterior príncipe a título de ''ese poli que nos tapa las cagadas''. Si un neonato dejaba demasiado seca a una jovencita en un bar era Pedro el que la llevaba a urgencias; si en una pelea callejera uno de los contendientes salía volando de un puñetazo 5 metros Pedro le hacía de colchón para no llamar la atención. Con promesas de un ascenso seguro en la policía y amenazas veladas el trabajo se estaba volviendo realmente incómodo. En los últimos estertores de Jared los problemas pasaban a palabras mayores para la vida de la ciudad y nadie sabía hasta dónde llegaría esa situación.

La manera de trabajar de Zimerman fue diferente desde el principio. Las promesas de beneficios laborales se convirtieron en un sencillo y parco discurso: ''Escúcheme, agente. Nunca ascenderá, nunca tendrá un sueldo mejor y ni se le pase por la cabeza que algún día recibirá una medalla. Será totalmente anónimo, un policía estándar en una ciudad estándar. Pero si hace bien su trabajo, y lo hace a nuestra manera, todos los meses tendrá un sobre en su buzón con una cantidad de dinero. ¿Cuánto? Su trabajo será el que lo estipule...'' Y era generoso, muy generoso.

En unos pocos meses los hilos del nuevo príncipe habían echado raíces. Instruyó a las personas específicas (de ahí el conocimiento de términos como ''neonato''), organizó rutinas de procedimientos semanales y sumió a la ciudad en un lecho cómodo de ignorancia y pulcritud. Pedro no podía quejarse de su situación. Ya no había encargos peligrosos. En su coche ya no se montaban hombres con los colmillos rojos de sangre y un agujero en el estómago producido por la escopeta de otro agente líbido por el terror. Llevaba paquetes cerrados, entregaba a la prensa notas policiales ya escritas de antemano y hacía llamadas telefónicas con mensajes tan profundos como ''cierro la calle 11, a la espera''. Y simplemente se quedaba a la espera.

Pero algo había interrumpido esta tranquila rutina de trabajo. Pedro se veía tranquilo a través de los cristales del coche patrulla pero por dentro estaba aterrorizado. Deseaba acelerar a fondo y llegar cuanto antes a la Oficina, sitio enclave donde se encontraba el príncipe Zimerman, para mostrarle lo que un aterrorizado agente novato había encontrado de casualidad. Pero incluso en eso la disciplina de Zimerman era férrea: ''no llames la atención en asuntos referentes a nuestro mundo, y si lo haces ten una explicación a mano para más tarde''. Hacer chirriar las ruedas de un coche patrulla sin que nada se supiese después no era profesional. Al menos si quería seguir viendo el sol al amanecer. Despachó al novato diciéndole que él se encargaba de todo y se dispuso a su patrulla nocturna como si no pasase nada.

-Calma...seguro que ya lo sabe- Se dijo a sí mismo el agente García.

No era fácil mantener la calma cuando llevas en el asiento del copiloto algo que se salía completamente del plan Zimerman. Un brazo amputado, sin sangre, con 2 marcas de colmillos claramente visibles y con una palabra realizada con un cuchillo en la carne directamente la cual era reconocible incluso para alguien como Pedro. Gehena.

3 comentarios:

  1. Son las Noches Finales. Queremos fiesta.
    No sabía que fueras a empezar una partida; mucha suerte y ya sabes, paciencia con los jugadores. Son unos pequeños cabroncetes.

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  2. Salió la idea ayer y como últimamente sí he tenido tiempo para leer he tomado unas cuantas ideas (más bien prácticamente todas) para diseñar esta mini-crónica. :P

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  3. Hiciste partida al final?

    Me mola la ambientación, aunque sea Alcalá de Henares :P

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